Los años 60 fueron una catarsis social y el mundo de las motos se vio igualmente influenciado.
El término "café racer" proviene de los moteros que solían reunirse en cafés de Londres. Estos lugares se convirtieron en puntos de encuentro para los amantes de las motos donde las conversaciones giraban en torno a la velocidad y se soñaba con la personalización de los “hierros” (término que define esta clase de motos).
Fruto de la pasión por las motos y la velocidad, de manera espontánea surge la organización de carreras informales. Lo más característico de estas competiciones urbanas era que fueran cortas y entre cafés.
Por ello las café racer se caracterizan por su estilo minimalista y retro. Los propietarios personalizaban sus motocicletas para hacerlas más ligeras y rápidas, eliminando elementos innecesarios y añadiendo características como manillares bajos, asientos de una sola plaza y un diseño único. Un símbolo de rebeldía y libertad que atrajo a jóvenes que buscaban una forma de expresión personal.
El término "café racer garage" se refiere a los talleres o garajes donde se diseñan, personalizan y construyen estas motos. Son espacios creativos donde los constructores, todos entusiastas de las motos, trabajan en sus proyectos, comparten conocimientos y colaboran con otros apasionados de la personalización estética y mecánica de las motos.
En los últimos años, ha habido un resurgimiento del interés por las café racers.
Muchos talleres y garajes se han especializado en la construcción y modificación de café racers, combinando técnicas tradicionales, creatividad, innovación y tecnología para hacer de “esos hierros” una moto con personalidad propia.
Construir significa transformar una moto, hacer de una moto clásica o vintage, una máquina que evoca el estilo y la cultura de las carreras de café de los años 60. Estas construcciones se inspiran en estilos minimalistas, ágiles y que faciliten la conducción y la velocidad.
El proceso de construcción puede incluir modificaciones tales como:
recortar el chasis, mejorar el rendimiento del motor, instalar un manillar bajo, agregar un asiento más estilizado y ligero, recortar y adaptar horquillas, modificar el depósito, etc.
La idea es crear una moto que no solo sea visualmente atractiva, sino que también ofrezca una experiencia de conducción emocionante.
Las construcciones combinan la pasión por las motos, la innovación, la mecánica y el diseño.
Pequeños cambios y/o ajustes que hacemos a las motos para personalizarlas o mejorar su rendimiento.
· Adaptaciones o cambios de manillar,
· Ajustes de suspensión,
· Modificaciones del sistema de escape,
· Cambios en el diseño del asiento,
· Etc…
El objetivo principal de estas modificaciones es darle un estilo más retro y personal, además de mejorar la experiencia de conducción y tu vínculo con la moto.
Hablamos de la faceta más artística y comprometida de los constructores de motos.
Las restauraciones no solo implican la reparación y recuperación mecánica de motos clásicas e históricas para su correcto funcionamiento; significa preservar un legado que nos acerca a nuestro pasado, nos ayuda a entender el presente y nos impulsa hacia la mejora continua del mundo mecánico…. Significa restaurar piezas para recuperar la histórica de la moto; restaurar para recuperar la máquina que salió de fábrica, pero también hoy restaurar con las mejoras de una mecánica evolucionada.
Es un proyecto que requiere tiempo, dedicación y un poco de creatividad, ¡pero el resultado puede ser realmente impresionante!
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Cuando pequeño, en mi casa escondían cualquier aparato nuevo que llegaba. Era casi imposible que algo pasara por mis manos sin que lo desmontara por completo para volver a montarlo. No importaba si se trataba de una radio, un electrodoméstico o una bicicleta; lo que más me emocionaba eran las maquetas de motos o coches. Las desmontaba y, al volver a armarlas, siempre terminaba creando algo diferente. Desde muy joven, me fascinaba el motor, y a medida que fui creciendo, ese pasatiempo se transformó en una verdadera pasión. Sin embargo, como en muchas familias de mi generación, también crecía el miedo, y no pude tener una moto propia hasta los 20 años.A partir de ese momento, empecé a compaginar mi trabajo con el estudio y la dedicación a lo que más amaba: la mecánica y la construcción. Me adentré en la comunidad de las café racer, que en ese entonces era algo pequeño, y decidí dedicarme al 100% a lo que realmente capturaba mi atención y compromiso. Mi taller se convirtió casi en un café-garaje; mis amigos y amigas venían a ver lo que estaba haciendo o me traían sus motos para hacer adaptaciones. De manera natural, aquel espacio doméstico se transformó en un verdadero café-garaje, donde amigos, constructores, mecánicos y familiares pasábamos largas horas conversando sobre las protagonistas de ese lugar: las motos, sus modificaciones, restauraciones y nuevas construcciones.